Ser amigo de tus hijos

Ya sé que en este momento aconsejar ser amigo de sus hijos – cuando tantos “expertos” pregonan lo contrario – puede sonar como mínimo paradójico.

Pero es que de hecho no hay ningún indicio de que ser amigo de tus hijos sea algo negativo, es más bien al revés, después de mi experiencia, como hija y como madre, y después de observar muchas más familias de mi entorno puedo afirmar rotundamente que lo mejor para la salud familiar es ser amigo de tus padres, amigo de tus hijos.

Lo que tenemos nosotros con nuestros hijos de 17 y 15 años es una relación de amistad que me asombra todavía porque no me la esperaba de esta forma, es una especie de complicidad deliciosa que me maravilla cada día – nos hace sentirnos bien como familia.

El secreto de esta amistad tan especial consiste en la comunicación continua y en el respeto y el cariño que nos mostramos en la familia. Y el principio por el que nos regimos es ni hacerles, ni permitirles hacer a ellos lo que no les permitiríamos o haríamos a los adultos que nos rodean: otros familiares, amigos, conocidos, desconocidos… Hay una relación de igualdad desde muchos puntos de vista, y es por eso que en nuestra casa no hay unos mejores que otros, unos más fuertes que otros, unos que abusen, otros que se aprovechen, que se sientan engañados, estafados, mentidos, manipulados… No hay castigos, no hay burlas, no hay insultos.

Lo natural es apoyarnos los unos en los otros en la familia, según las situaciones que se nos presentan diariamente. Es esta disponibilidad de ayudar la que nos convierte en primer lugar en amigos.

Por desgracia hay mucha gente que confunde las nociones de amistad, respeto y negociación con una permisividad sin límites, olvidándose que los niños necesitan desarrollar criterios, y los padres estamos a su lado precisamente para ayudarles y guiarles en esta importantísima tarea. No hay que confundir la bondad con la debilidad o con la falta de interés en el desarrollo del niño.

La falta de criterio, la permisividad ilimitada es igual de dañina que la autoridad demasiado estricta; y dejarles a los niños demasiada libertad sin atención amorosa es igual de contraproducente que no dejarles espacio personal e intentar domar su personalidad.

Ser amigo de tu hijo significa ofrecerle el mismo respeto que se merecen los demás, independiente de la edad que tengan. Significa tener confianza en él. Colaborar con él, pedirle la ayuda u ofrecérsela, negociar de forma positiva para que ambos – padre e hijo - vayan ganando en una situación de conflicto.

Y es que más tarde, cuando el hijo se convierte en un adulto, en tu igual, ya dejas de ser su “padre”, y tu papel de líder o guía disminuye; lo que queda entre los dos es esta preciosa relación de amistad que no se acabará nunca a lo largo de la vida. No es cuestión de reemplazar a los amigos que tu hijo hará durante su vida, sino ser uno más de ellos, uno especial que le ayudó a desarrollar todo su potencial básico, le ayudó a crecer como ser humano y a estar conectado con su propio yo para poder conocer a los demás también, entenderlos, aceptarlos, vibrar con sus valores.

Aparte de ser su padre, ser también el primer amigo de tu hijo le enseñará entablar amistades duraderas durante toda su vida. Como dicen siempre: "La familia te viene dada, los amigos los eliges tú". ¿Y qué mejor que elegir ser amigo de tus padres o hijos también?

1 comentario:

  1. Me ha encantado el post y estoy totalmente de acuerdo con lo argumentado en el mismo. Es más, lo llevo a cabo en mi relación con mi hija. Siempre me he sentido, en mi papel de madre, más como una orientación, un acompañamiento, flexible y respetuoso. Claro que, como bien se apunta en el post, la comunicación es esencial, desde el principio.
    Un saludo.

    Isabel.

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