Educar en la solidaridad
Los padres vivimos preocupados con el futuro de nuestros hijos, procuramos que estén formados intelectual y emocionalmente, nos desvivimos porque tengan lo necesario para volar libres cuando sea su momento. Ellos al igual que nosotros viven y vivirán en una sociedad global, interrelacionada a nivel mundial, donde las decisiones de unos ciudadanos y sobre todo, su estilo de vida, influyen en el modo de vida de otros.
Y ante esto no vale cerrar los ojos, sobre todo en una época en que con un clic nos conectamos con el otro extremo del globo.
Por eso educar desde la empatía y la solidaridad se convierte hoy más que nunca en una necesidad. Vivimos en un mundo que dispone de los mayores recursos materiales y científicos de la historia y, al mismo tiempo, la miseria y la precariedad alcanzan niveles desconocidos anteriormente. No faltan medios para proporcionar una vida digna a todos los habitantes de la Tierra; faltan voluntad política, una mínima apertura del corazón y la más elemental sensibilidad ética en las sociedades económicamente desarrolladas.
La solidaridad es un modo de ver la realidad, supone ver las cosas y a los otros con los ojos del corazón, conlleva un sentimiento de fraternidad.
Educando a nuestros hijos con empatía, ternura y respeto, les estamos dando las herramientas para ponerse en lugar del otro, para dialogar, para convivir, para descubrir la dignidad de todos los seres humanos. Podrán cooperar con otros para conseguir un objetivo común.
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